martes, 16 de abril de 2013

TESTIMONIOS DE NIÑOS ESCLAVOS II


REFLEXIÓN SOBRE LOS NIÑOS MINEROS

“Excavar para sobrevivir”

Sumergidos en las entrañas del infierno desde su más tierna infancia, arrastran sus pequeños cuerpos por estrechos túneles, oscuros y peligrosos. Sus manos se convierten en improvisadas herramientas con las que recogen piedras, o escarban la tierra durante largas jornadas. Colocan explosivos y acarrean pesadas cargas. Se estima que un millón de niños trabajan en la minería y en las canteras de todo el mundo. La mayoría no ha cumplido los 10 años...

En contacto con gases tóxicos, con frecuencia, sufren cansancio constante, problemas musculares y de espalda. Roturas de extremidades y heridas graves, debido a las caídas y a las cargas excesivas que tienen que transportar, y que no son acordes con su desarrollo corporal.

Por la misma naturaleza de su trabajo, pasan a menudo desapercibidos. No pueden luchar por sus propios derechos y no tienen acceso a los medios de comunicación para contar sus historias. Cuando finalmente lo hacen, generalmente no se les presta atención o bien se les castiga. Debido a su indefensión los niños mineros necesitan de otros que los defiendan y luchen en su nombre.


Los “muchachos serpiente” de Mererani

En África, niños que apenas tienen ocho o nueve años se adentran 30 metros en el interior de la tierra y pasan entre siete y ocho horas diarias cavando en estrechos pasadizos sin ventilación ni luz, y con frecuentes hundimientos de tierra que en muchos casos acaban sepultándolos. En las minas de piedras preciosas de Mererani, en Tanzania, los niños se introducen en túneles profundos durante las explosiones, a fin de aumentar sus posibilidades de ser los primeros en encontrar las piedras preciosas que salen a la luz. La mayoría de estas piedras van a parar a las lujosas joyas que se venden en los establecimientos de nuestros países. Otros minerales, como el Coltán, son extraídos por niños esclavos, y empleados luego para fabricar nuestros teléfonos móviles, portátiles y ordenadores. De todo ello, muy poco o nada somos conscientes, pero la realidad es que una gran parte de los productos que usamos y compramos cotidianamente están manchados de la sangre de millones de pequeños inocentes esclavizados.


LOS NIÑOS EN FÁBRICAS DE JUGUETES. JUGUETES DE MISERIA



Mi familia es muy pobre. Unos hombres fueron a mi casa y dijeron que podrían ayudarnos. A mis padres les ofrecieron llevarme para trabajar unas horas y ganar dinero y además podría ir a la escuela. Comencé a trabajar en la fábrica en jornadas de 12 y 14 horas. Por las noches duermo en cartones en la misma fábrica. A muchos de mis compañeros los encadenan para que no se escapen. Fabricamos juguetes, balones, camisetas, para que otros niños jueguen y sean felices. Con sólo 6 años, nuestras manos los fabrican, pero nunca podremos jugar con ellos.

La sociedad, que prefiere el orden a la justicia, el consumo a la conciencia, convierte a algunos niños como si fueran una inversión, a los empobrecidos, como si fueran basura, y a los del medio los mantiene atados a la pata de un televisor o un ordenador o un móvil...

China fabrica hoy más del 70% de los juguetes del mundo. Son juguetes fruto de un sufrimiento descomunal provocado en millones de niños. Niños con la misma dignidad que cualquier otro, como cualquiera de los nuestros, pero que han bajado en vida a los infiernos.

Para que unos pocos tengan juguetes, otros niños trabajan siete días a la semana, 14 horas al día, hasta que el cuerpo aguanta y revienta. Para que unos pocos tengan regalos, millones de niños son explotados en condiciones infrahumanas, con escasa ventilación y casi ninguna iluminación.

A estos niños se les roba su infancia rellenando peluches, montando coches teledirigidos y muñecas, con los que ellos mismos nunca podrán jugar. McDonalds, Nike, Addidas, Disney, Matttel, Chico, Wal-Mart, etc. son algunas de las marcas que utilizan niños para la elaboración de sus juguetes.

Hoy hablamos de crisis ¿Pero nos atreveríamos a hacerlo ante la mirada de un niño esclavo? ¿Y qué dicen los partidos y los sindicatos ante este crimen político y laboral? Absolutamente nada. ¿Y qué hacemos nosotros para tranquilizar a veces nuestra propia conciencia? Pues no se nos ocurre otra cosa que promover campañas para enviarles los juguetes usados que nuestros hijos han desechado.

Es tiempo de recordar a un santo como Rovirosa cuando dijo aquello de que: “El trabajo de los niños es jugar; el juego de los adultos es trabajar”. Cualquier intento de justificar el trabajo de los niños es, simplemente, una canallada.


LOS NIÑOS DEL BASURERO.



Millones de niños viven en y de las basuras de los vertederos del mundo. La imagen no puede ser más dramática y descriptiva del infierno al que se condena a la infancia. Por un par de euros al día, cientos de niños rebuscan desperdicios en el basurero de Phnom Penh (Camboya) que luego venden a las empresas de reciclaje.

Su labor comienza a las siete de la mañana, cuando llegan más de 200 camiones de basura procedentes de la capital. El más pequeño de esos vehículos transporta 1.000 kilos de basura. La descarga va acompañada del paso de máquinas apisonadoras. Los adultos y los niños se arriman a toda velocidad para competir por todo lo que pueda ser reciclado antes de 
que pase a ser de otros o inservible. Esto ya reporta muertes.

Las condiciones de trabajo son indescriptibles. A los basureros se les llama las “montañas de humo” porque están permanentemente cubiertos por una espesa niebla de gases tóxicos, metano entre ellos. Un hedor insoportable. Nubes de moscas. Un intenso calor tropical o fuertes lluvias monzónicas, dependiendo de la estación. Los niños, armados de pinchos y una grasienta capa de mugre, van en chanclas o descalzos. Después de una jornada agotadora, entre todos los componentes de la familia sacarán un máximo de 4 euros diarios. Junto al basurero ya se ha erigido todo un poblado de chabolas. Y aunque viven en chabolas, tendrán que abonar el pago del alquiler, la toma de electricidad (ilegal) y el agua que transportan en tinajas para poder lavarse y cocinar.

Los niños del basurero no son exclusivos de Camboya. Los hay en todas las grandes ciudades asiáticas y los hay en las grandes ciudades de Iberoamérica y África. Los enriquecidos generamos más de 200 kilos mensuales de basura por persona. Los empobrecidos viven de ellas. Hay quien piensa- ONGs incluidas- que “así al menos los niños se ganan la vida y ayudan a sus familias” Hay quien piensa que esto es inevitable. Lo probable es que lo piensen los que no viven en estos basureros, ni de estos basureros…


LOS NIÑOS DE LAS PLANTACIONES.

Trabajo en el campo cortando caña de azúcar, recolectando tabaco o jazmín. Los machetes y cuchillos me producen graves heridas.
Muchas veces he enfermado por la picadura de insectos o serpientes.
Otros compañeros han muerto.
Con frecuencia, mientras trabajamos, los amos fumigan los campos con pesticidas prohibidos en los países enriquecidos.
Sólo me pagan 60 céntimos al día.
Cuando te tomes una coca-cola, te fumes un cigarro o te pongas un perfume recuerda que mis manos estuvieron allí.”



LA MUERTE DE EZEQUIEL, EL NIÑO ESCLAVIZADO EN UNA GRANJA EN ‘BUENOS AIRES’.

La historia de Ezequiel es grave desde todo punto de vista. Pero, fundamentalmente, porque La Alameda denunció hace dos años, con su voz e imagen, cuál era su realidad. Y nadie hizo nada. O, peor, nadie hizo nada bien:

A la 1.35 hs. de la madrugada de ayer martes murió Ezequiel, el niño de seis años que desde los cuatro era esclavizado por la empresa avícola, Nuestra Huella. El lunes de la semana pasada lo habían vuelto a operar, pero el tumor ya le había ocupado todo el cerebro. La corta vida de Ezequiel transcurrió la mayor parte de su tiempo entre la sangre y el guano de las gallinas y manipulando venenos con elementos cancerígenos de la empresa para cumplir a rajatabla con los topes de producción que la patronal le imponía a su familia.

La empresa no conforme con haber asesinado a Ezequiel, con haber envenenado a decenas de chicos y adultos, pretendía hacer desaparecer las evidencias y trasladar rápidamente el cuerpo de Ezequiel y quizás cremarlo, fuera del alcance de cualquier pericia judicial que los comprometa y ponga en evidencia su responsabilidad por Ezequiel y por todos los niños y adultos que manipulan venenos agrotóxicos en sus granjas.

Según informaciones de Protagonistas y del diario Página 12, Nuestra Huella tiene 70 granjas en Exaltacion de la Cruz, Pilar, Mercedes, Capilla del Señor, Lima y Escobar en la provincia de Buenos Aires. También en San Juan y Córdoba. Exporta a Alemania, Italia, Francia. España y China. Y comercializa en los supermercados Coto, Carrefour y Wall Mart entre otros.

Algunos canales de televisión por presión de las cadenas multinacional de supermercado, como Wall Mart, siguen negando la muerte de Ezequiel.

TESTIMONIO DE NIÑOS SOLDADOS


Los niños y niñas soldado, son arrancados de sus familias, manipulados y obligados a convertirse en criminales de guerra




Chema Caballero escuchó hace unos años este testimonio de un niño soldado:

“El comandante nombró a quienes debían utilizar el machete para abrirlos en canal y sacarles el hígado y el corazón. Los nigerianos gritaban aterrorizados y aseguraban que les habían obligado a combatir en Sierra Leona. Yo maté a uno, le saqué el hígado y lo coloqué en un puchero. Era obligatorio beber la sangre y utilizarla para lavarse la cara y las manos. No había elección. Te mataban si te negabas. Como teníamos hambre nos comimos las vísceras con pollo y arroz”.

El niño tenía 12 años cuando pasó por esta experiencia. A Caballero se lo contó con 16. Desde entonces, cada vez que este misionero javeriano tiene la oportunidad, lo repite en cualquier acto público o entrevista. Es la antesala a una pregunta: ¿qué está pasando para que un niño de doce años, que tenía que estar en la escuela o jugando en su aldea, se convierta en un auténtico criminal de guerra? Después de casi veinte años trabajando en la reinserción de niños soldado conoce de sobra la respuesta.

No podemos olvidar que continúa ocurriendo en otras partes del mundo como el Sur de Sudán, RD del Congo, Somalia, Chad. O en países no africanos como Colombia, México o Brasil. También en países de Asia”.

En Sierra Leona, los rebeldes llegaban a las aldeas y se llevaban al mayor número de niños y niñas posible. Les hacían transportar sobre sus cabezas las mercancías robadas en la aldea y caminar durante días, a través de la selva, hasta los campamentos rebeldes. Una vez allí, las niñas se repartían entre los combatientes como esclavas sexuales (los rebeldes las llamaban “esposas de guerra”) y los niños eran esclavizados en trabajos de mantenimiento como buscar leña, limpiar o cocinar y por las noches dormían alrededor de las tiendas de los combatientes para protegerles con sus cuerpos en el caso de que hubiese un ataque. Cuando el comandante creía que estaban preparados para ser entrenados como soldados, niños y niñas eran enviados a otros campamentos donde se les enseñaba el uso de las armas. “Eran sometidos a un entrenamiento militar”, dice Chema Caballero.

“Hablamos de niños de 8, 9, o 10 años que han matado a un miembro de su familia. Si intentase escapar no podría volver a su casa porque no lo aceptarían. Los rebeldes los convencían de que no podían ir a ningún sitio y de que ellos eran su única familia. Estos niños obedecen y crean lazos muy fuertes con sus captores, a los que al final terminan llamando ‘papá’”. Ayudados por la cocaína se convertían en “máquinas de matar” que destruían todo lo que se cruzaba a su paso: mataban, violaban o quemaban aldeas. Lo que les mandaran.

En Sierra Leona empiezan a cerrarse las heridas pero en casi una treintena de países del mundo hay reclutados más de 300.000 niños y niñas soldado. “Se les usa porque son fáciles de manipular y se les remplaza fácilmente. Se gasta muy poco en entrenar a un niño y si muere se busca a otro que se lance al combate. ¿Por qué esto no cambia? Tenemos los datos, los informes, la Convención del Niño, y leyes internacionales que protegen sus derechos”.

Para Caballero, se debe a tres motivos fundamentales.

“Primero, porque miramos a África como el continente que nos proporciona todas las materias primas que necesitamos para nuestro bienestar. En Sierra Leona son los diamantes, en la República Democrática del Congo es el coltán para nuestros móviles, en el sur de Sudán es el petróleo y en Níger es el uranio, solo por poner algunos ejemplos. Donde no hay una materia prima que Occidente no necesite no hay guerra. Se puede decir que son nuestras empresas y gobiernos los que mantienen estos conflictos.

El segundo es que las armas que se utilizan en estos conflictos no se fabrican en África sino en Occidente. No olvidemos que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está formado por los principales exportadores de armamento del mundo, y en sexto lugar viene España. Es un gran negocio.

Y El tercero, es la falta de voluntad política. Sabemos que las causas por las que estos niños luchan están más en Occidente que en sus propios países y no hacemos nada para que eso termine”.

Los instrumentos jurídicos internacionales para terminar con esta lacra están ahí, pero no hay voluntad política para aplicarlos. Hay menores soldado porque hay guerras, y aquí todos sabemos que las guerras existen por la codicia de los países occidentales

Marlene : Una niña soldado escapada del infierno de la guerra del Congo

Cuando tenía 13 años fue secuestrada por la guerrilla del "Ejercito de Resistencia del Señor", que vino a Centroáfrica desde Sudán y Uganda. Fue secuestrada en su pueblo, Obo.

La ataron por la cintura a un rollo de cuerda junto a otros muchos jóvenes, le pusieron un saco de 25 kilos de mandioca a la cabeza y se tragó así 15 días de marcha. Algunos secuestrados no aguantaron el ritmo y los vio morir rematados a machetazos.



Luego estuvo esclavizada y explotada 18 meses, dando bandazos por la selva, haciendo de muro humano cuando los helicópteros ugandeses lanzaban misiles a la guerrilla. Sobrevivió lavando la ropa de los soldados y cuidando a los niños de los jefes, viendo noche tras noche, haciéndose la dormida, cómo violaban a otras muchachas y pensando cuando la tocaría a ella.

En cuanto tuvo una oportunidad salió huyendo. 10 días vagando sin alimentos por la selva, con llagas y heridas por toda la cara… hasta llegar de nuevo a su aldea en estado de "shock". Ahora se intenta recuperar al calor de los abrazos silenciosos de su madre, desconsolada desde el día en que la guerrilla secuestró a su hija, sabiendo que cientos de niños de su aldea no podrán hacer lo mismo. Sin entender quién se encarga de sostener y armar estas guerras.



LOS NIÑOS ESCLAVOS DEL PINTALABIOS

Son miles en la India. La mano de obra más barata en minas a cielo abierto de donde se extrae la mica, un codiciado cristal sucio que se utiliza para pintalabios y sombra de ojos. Una trágica paradoja: se les roba la infancia para que millones de consumidores luzcan una bella sonrisa

Hay algo que tienen en común casi todos los pintalabios comercializados en el mundo, independientemente de su marca, de su precio o del fabricante: el empleo de mica, un mineral del que la India es el principal productor mundial. Pero un recurso como este, que debería llevar la riqueza a las zonas de donde se extrae, acarrea la desgracia a miles de niños que deben trabajar como esclavos en minas al aire libre.

En Palamur, un empobrecido rincón del sur de la India, familias enteras se levantan cuando aún es de noche. Deben caminar varios kilómetros para llegar a una de estas minas antes de que apriete el calor.

Sonu, de 8 años, es uno de los niños empujados a trabajar durante horas, con las manos desnudas. Sabe que un día sin encontrar mica puede significar un día sin comida.

En sitios parecidos a Palamur, en algunas de las regiones más pobres de la India como Jharkhand o Bihar, miles de niños iguales que Sonu pasan 16 horas al día arañando la tierra con palos, intentando encontrar un mineral del que la India produce el 60% mundial. Los pedazos de mica extraídos por estos niños y sus familias pasarán de sus manos a las del patrón, quien tras llenar un capazo tras otro, podrá alquilar un camión que transportará el material hasta una factoría cercana. Allí, limpio de arena y sin ninguna señal que delate el rastro de sufrimiento y miseria que acarrea, será vendido a empresas como las alemanas GmbH o Merck, que a su vez transformarán este mineral en pintalabios, en sombra de ojos o en maquillaje con efecto rejuvenecedor.

El Gobierno indio reconoce que 10 millones de menores deben trabajar para vivir en la India, aunque organizaciones independientes elevan la cifra a 70 millones.

Gracias a la mica india, millones de rostros lucen labios más atractivos. Y debido a la falta de escrúpulos de políticos, empresarios y fabricantes, miles de niños indios saben que hay piedras más valiosas que su infancia. Para ellos resulta difícil sonreír.

En España se venden 20 millones de pintalabios al año, el equivalente a 200 millones de euros. Las españolas son las europeas, junto con las inglesas, que más los utilizan.


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